"La sombra del águila", de Arturo Pérez Reverte. LECTURAS PARA EL VERANO.

                                                              La sombra del águila

Puro divertimento. Me la llevo a la playa para pasar un rato divertido.  

Una novela muy corta o un relato extenso. Basada en un hecho real, la presenta Arturo Pérez Reverte en su página. Me hace gracia leerla ahora que está todo el follón de la Roja, que los españoles somos campeones y tal, sin mentar siquiera el problemilla del rescate. Uy, digo... del ventajoso préstamo que hemos conseguido, ahí, más chulos que los griegos y que los italianos, dándole un pasón a Portugal y a Irlanda, ...con lo del préstamo digo. ¿O es con lo del fútbol? Como no sé mucho, me creí que éramos otra vez campeones del mundo. Jo, qué alegría!!!!!!!!!! Y resulta que somos campeones de Europa, pero solo por un par de años, que es lo que vamos a tardar en ser los mejores del mundo mundial otra vez,...con lo del fútbol digo. 

Pues eso, que muy entretenido este libro, porque ahí se ve cómo avanzamos  contra los problemas ...

Un cachín, que veáis de lo que os hablo:

"Habían llegado órdenes de Bernadotte y Pontecorvo para que los 15.000 españoles destacados en Dinamarca jurásemos lealtad a Pepe Botella, es decir, José Bonaparte, hermano del Petit Cabrón, y varios de los regimientos dijimos que ni hasta arriba de jumilla. Que éramos españoles y que los alonsanfán verdes las habían segado. Déjennos volver a España y que cada chucho se lama su propio órgano, mesié, dicho en fino, o sea. Entonces, con la tropa medio amotinada, a Dufour no se le ocurrió otra cosa que darnos el cante con su acento circunflejo:

-¡Peggos espagnoles! ¡Tgaidogues!... ¡Jugagueis fidelidad al Empegadog y al gey de Espagna Gosé Bonapagte o segueis fusilados!

En ese plan se puso el franchute. Y a todo esto el coronel Olasso, que era un poco para allá, o sea afrancesado, dudaba entre una cosa y otra. Que si Dufour tiene razón, que si esto y que si lo otro, que si nuestro honor es la disciplina. Total: venga a marear la perdiz. Entonces Peláez solucionó la papeleta yéndose derecho a Dufour y alumbrándole la sesera sin decir esta boca es mía, y al coronel se le quitaron las dudas de golpe. Y es que no hay nada como un buen pistoletazo a bocajarro en el momento oportuno. Es mano de santo."

Y otro cachín más para resumir el argumento:

"Y sin embargo, la respuesta era sencilla. En medio del desastre del flanco derecho del ejército napoleónico, cruzando los maizales batidos por la artillería rusa, en formación y a paso de ataque, los cuatrocientos cincuenta españoles del segundo batallón del 326 de Infantería de Línea, no efectuábamos, en rigor, un acto de heroísmo. Para qué vamos a ponernos flores a estas alturas del asunto. La cosa era mucho más  simple: ningún herido que pudiera andar se quedaba atrás, y avanzábamos en línea recta hacia las posiciones rusas, porque estábamos intentando desertar en masa. Aprovechando el barullo de la batalla, el segundo del 326, en buen orden y con tambores y banderas al viento, se estaba pasando al enemigo. Con dos cojones."

Así no hay problema que se resista...

Pasaréis un buen rato. Más que nada es también por que repaséis algo de historia... Y luego, seguro que surge algún pensamiento más profundo: de fondo, la guerra. No, en realidad no es una guerra. Es una carnicería absurda. Un juego de generales que no luchan. 

Como en el teatro del absurdo, detrás de la sonrisa, del chiste y la situación imposible, el mensaje claro para los lectores. ¿Qué pintarían estos pobres españoles en la estepa rusa, bajo el mando de Napoleón?  ¿Qué hace un lepero en Moscú? Suena a chiste, pero maldita la gracia.