He estado revisando la entrada de ayer y no quiero dejar así la figura de Ángel González. Es cierto que su peso literario se centra en esa poesía, y en poemas como "Para que yo me llame Ángel González...", en el que reflexiona sobre el sentido de la vida, qué somos, de dónde venimos, para qué existimos. Es este:
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
De ningún modo podría cuestionar su importancia y su grandeza, pero para mí hay un Ángel González imprescindible: el que es capaz de captar el momento de abstracción, el momento efímero del ensimismamiento, el placer de la contemplación, el disfrute de los sentidos en un instante inevitablemente pasajero, pero en el que parece que todo se detiene convirtiendo en algo eterno ese deleite. Entendedme: leed: sumergíos:
"Bosque"
Cruzas por el crepúsculo.
El aire
tienes que separarlo casi con las manos
de tan denso, de tan impenetrable.
Andas. No dejan huellas
tus pies. Cientos de árboles
contienen el aliento sobre tu
cabeza. Un pájaro no sabe
que estás allí, y lanza su silbido
largo al otro lado del paisaje.
El mundo cambia de color: es como el eco
del mundo. Eco distante
que tú estremeces, traspasando
las últimas fronteras de la tarde.
"Son las gaviotas, amor".
Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.
Las lentas, altas gaviotas.
Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorta.
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorta.
Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.
Las lentas, altas gaviotas.
Estos son mis poemas preferidos. Quería compartirlos con vosotros. Sé que os gustarán.
Cuando Ángel González murió, leí bastante sobre este poeta en la prensa, todo grandes palabra y elogios de su obra. Pero un artículo que no recuerdo bien me llamó la atención. El autor del artículo recordaba que había visitado la feria del libro de Madrid un par de años antes y había visto una gran aglomeración de público en un estand, esperando que un famoso de la televisión les firmase su libro. Enfrente, en un estand mucho más pequeño, estrecho, solitario, casi oculto entre los libros, un hombre humilde esperaba por si alguien iba a pedir que él firmase una de sus obras, pero nadie fue. Aquel viejo solitario era Ángel González.
No vamos a dejar hoy su estand vacío. Dedicadle unos momentos, que leer al poeta es traerlo a la vida nuevamente. He seleccionado unos cuantos poemas más que os dejo aquí: Poemas de Ángel González.
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