Yo creo que la lectura debe ser libre y personal una vez que se inicia, pero en el primer relato voy a ser un poco intervencionista. Quizá resulte incluso condicionadora, pero no reniego de ello. Tendréis vuestra propia visión del texto y vuestra propia posición ante lo escrito, pero voy a compartir con vosotros algunas de mis impresiones personales.
Esto es literatura. Un relato complejo en el que aparecen imbricadas las narraciones (los narradores) para formar un todo que tiene como resultado una pequeña obra de arte, un cuadro que nos muestra una imagen que es representativa de un mundo. ¿Cómo expresar con palabras las sensaciones, las contradicciones, el dolor, el vacío, la desesperanza, la pérdida total, el absurdo, el hastío, el deseo de no pertenecer a una realidad que solo ofrece podredumbre? ¿Cómo encontrar la manera de hablar del horror sin palabras de horror, de describir la crueldad sin ser cruel ni piadoso? ¿Cómo hacer el más hondo alegato contra la guerra sin contarnos ninguno de los horrores de la guerra?
Sólo el arte puede lograrlo. La literatura, como este relato, o la pintura, como El grito, de Edvard Münch. Goya en sus grabados (Los desastres de la guerra) nos obliga a ver el horror. En este libro Alberto Méndez nos invita a entrar, a profundizar, a comprender y a sentir.
Esto es literatura, esta asombrosa maestría en la construcción del relato y de las imágenes.
Por una parte, lo evidente: los datos del protagonista que vamos obteniendo hasta construir su figura completa: su origen, su familia, sus estudios, su novia, su llegada al ejército, la impresión que tienen sobre él sus jefes y el papel secundario que le ofrecen por esa rectitud suya que poco prometía para el tipo de batalla que se pretendía (Esta construcción del personaje nos recuerda el valor de uno al contar la historia de todos, en el concepto unamuniano de "intrahistoria"). Extrañamente, forma parte también de lo evidente lo que no se dice: los informes oficiales donde explica el día y el motivo de su decisión de rendirse, lleno de silencios obligados que gritan el horror de la masacre que presenció y de la que nunca podrá recuperarse, aparte de la muerte constante en la que vive y en la que se niega a participar su pistola reluciente que nunca ha sido disparada.
Por otra parte, la compleja construcción interna, en la que quiero destacar dos cosntrucciones paralelas que sustentan este relato: una, el estado de degradación física como reflejo de la degradación que ha sufrido al verse sometido a este contexto corrosivo. Un cuerpo podrido, pestilente, que lo sume en el asco de sí mismo y un alma que ha sufrido demasiado, que se ha corrompido, que se ha podrido; ha perdido toda esperanza de futuro (hubiera sido su novia Inés " la columna vertebral" de su construcción, que el capitán Alegría sabe ya del todo imposible). Solo acabará con esta tortura en "su segunda muerte, la verdadera", cuando se pegue un tiro con el fusil de uno de sus guardianes. Ya estaba muerto y él lo sabía.
La otra construcción paralela es la imagen de la huida final (huida de la realidad que lo rodea, en la que se está pudriendo desde que fue consciente de ella) atravesando la sierra después de su "resurrección" para volver a su origen, a su pueblo, cruzar la frontera al otro bando, en ese intento desesperado de no pertenecer a ninguna de las partes. La misma imagen del inicio del libro: abandona su ejército y cruza la frontera (la alambrada) para dejar se ser de la otra parte, para reencontrarse con esta, buscando algún atisbo de humanidad. "Soy un rendido","Soy de los vuestros", no son frases para uno de los bandos, son frases dichas para cualquiera de las partes, para todos los hombres y mujeres que formaron parte de esa guerra.
En distintos momentos del relato, hay claves que nos lo explican todo: "Esas montañas surgen allí para partir España en dos mitades y ahora se nos antoja que el esfuerzo brutal de atravesarlas fue otra forma de ignorar lo que separa, de querer estar siempre en los dos lados"
Desde esta perspectiva, el relato se convierte en un canto hondo e íntimo de reconciliación con el ser humano, un intenso deseo de resaltar la existencia del hombre que no quiere el conflicto en medio del conflicto, que siendo parte de él, decide sacrificarse en él para no formar parte de la violencia, decide no ser ninguna de las partes como opción única al enfrentarse a su conciencia. Lo terrible es que esta postura, la más digna, la más ética, solo tiene salida en la muerte, y eso convierte el texto en una terrible lección sobre lo que fue la Guerra Civil española.
Agradezco su referencia a las reflexiones sobre Los girasoles ciegos. Enhorabuena por su trabajo en el blog, trataré de seguir las entradas. Un saludo desde Córdoba. José Carlos Aranda.
ResponderEliminarGracias,José Carlos. Su comentario es una grata sorpresa. Usted es un ejemplo a seguir.
EliminarUn cordial saludo.