Hoy hemos contrastado en clase estos tres poemas que aparecen a continuación. He querido acompañarlos ahora de un pequeño comentario crítico. El comentario crítico se basa en la observación, la comprensión y la relación de los elementos. He tratado de ser breve en los comentarios para que quede clara la idea de lo que quiero expresar. Por supuesto es muy abierto y podéis dar cualquier otro enfoque. Probad. Podéis ir haciéndolo con cualquier poema de la antología.
De todos modos, si no estáis inspirados, siempre podéis empezar por los deberes... Tenemos pendientes algunos textos: El número 3 de la p.180 y el ejercicio de comentario que cierra el tema. Siguiendo todas las indicaciones y contestando todas las cuestiones que os proponen en el texto, podéis componer un muy buen comentario.
Por favor, probad a hacer comentarios de texto. Si os gusta el resultado es señal de que está bien. Si no os gusta, probad con otro poema.
CAMPOS DE SORIA.
VIII.
Paseo de San Saturio, a orillas del Duero. |
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio:
tras las murallas viejas
de Soria -barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡ Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña;
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Están subrayados los términos con que se refiere el poeta al viejo olmo. No hay donde esconder la realidad triste y decadente del olmo, de modo que se muestra su lamentable estado y lo que le espera. "Antes que" constituye una anáfora lo suficientemente reiterativa como para que seamos conscientes de que se avecina inexorablemente la destrucción, pero aún ante esa certeza, la verde rama que brotó con la primavera es el último signo de esperanza. Eso es lo que el poeta "quiere anotar en su cartera", aunque perciba tan claramente la muerte del árbol. ¿Por qué detenerse en ese signo de vida? Porque es lo que le queda a su corazón, esa tenue esperanza. Un milagro. La palabra "también" puede ser llamada aquí CONECTOR con un sentido enriquecido, puesto que no solo conecta; también identifica esa imagen del árbol acabado con el corazón del poeta. Es un uso magistral de la poética machadiana, un ejemplo perfecto de su concepción de la poesía como expresión de su interior. La identificación con la naturaleza le sirve para mostrar su emoción de un modo contenido, natural. Quizá es para él el único modo de aceptar su dolor ante la pérdida de Leonor, pues al integrar su emoción con el paisaje, de algún modo recupera su amor en cada renacer de la primavera.
Oh Soria, cuando miro los frescos naranjales
cargados de perfume, y el campo enverdecido,
abiertos los jazmines, maduros los trigales,
azules las montañas y el olivar florido;
Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles;
y al sol de abril los huertos colmados de azucenas,
y los enjambres de oro, para libar sus mieles
dispersos en los campos, huir de sus colmenas;
yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares,
barriendo el cierzo helado tu campo empedernido;
y en sierras agrias sueño ¡Urbión, sobre pinares!
¡Moncayo blanco, al cielo aragonés, erguido!
Y pienso: Primavera, como un escalofrío
irá a cruzar el alto solar del romancero,
ya verdearán de chopos las márgenes del río.
¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?
Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas,
y la roqueda parda más de un zarzal en flor;
ya los rebaños blancos, por entre grises peñas,
hacia los altos prados conducirá el pastor.
[...] ¡Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano
cercado de colinas y crestas militares,
alcores y roquedas del yermo castellano,
fantasmas de robledos y sombras de encinares!
En la desesperanza y en la melancolía
de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.
Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,
por los floridos valles, mi corazón te lleva.
Subrayo la descripción de las tierras de Andalucía, que aparece denominada como "tierra mía" frente a "tierra del alma" referido a Soria, a la que se dirige haciendo uso de una apóstrofe (invocación en 2ª persona), subrayada luego por los posesivos("tu, tus") al inicio del poema. Aparece esta clave en el verso final. Es una contraposición, o más bien una complementación, ya que al observar la primavera recuerda aquella otra primavera que siempre va dentro de él. Estos árboles, los olivares y naranjales en flor, alimentan su recuerdo de aquellos otros. Este poema recoge los símbolos que hemos visto en los poemas anteriores: los chopos de las márgenes del río y el olmo "aquel" cuya rama quizá pudo haber florecido. No olvida el poeta, nada se pierde ni en su memoria ni en sus versos. Todo está conectado en su corazón, todo está presente. Creo que esta es la prueba de que guarda su amor en sus versos, su amor está en el recuerdo, su amor es la primavera, todo permanece en el paisaje pero solo la palabra permanece, la palabra es eterna. Por eso él trae a su poema otros versos de otros poemas, une en un poema sus dos tierras, su realidad y su recuerdo, su realidad y su sueño. Esta compleja relación entre realidad y no realidad conectan al poeta con el conflicto al que se enfrentó la generación literaria a la que pertenece, lo convierte en ejemplo de la profunda reflexión a la que la revolución filosófica de Nietzsche, Kierkegaard o Heidegger sometió a todos los pensadores de inicios del siglo XX. Unamuno, siguiendo a su admirado Kierkegaard, había desarrollado ampliamente esta doble percepción de los acontecimientos, esta idea de que "la vida es sueño" (Unamuno no olvida a Calderón; ahonda en un tópico que ya formaba parte de la literatura y el pensamiento en España) y desarrolla este conflicto que desemboca en su obra en la angustia existencial. La diferencia con el resto de los componentes del 98 es que Antonio Machado filtra esta incertidumbre filosófica a través de su poderosa personalidad y su intensa emoción, creando un modelo único en el que el conflicto se plantea sin angustia, desde la contención, y con una sensibilidad que siempre nos emociona.
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