La poesía no tiene que gustarnos. No hay que entenderla, no hay que buscarla. O sí.
Yo no lo sé. Pero creo que, como para todo lo que no conocemos, es mejor dejar un resquicio para que llegue a nosotros, ...por si acaso.
Seguro que el acercamiento al poema por primera vez como objeto de examen, como estudio de una teoría literaria, no es la mejor presentación. Intentamos remediarlo como podemos, pero quizá es un vano intento a estas alturas. Lo que sí que podemos hacer es buscar cada uno las palabras que nos digan algo, en un leguaje que ya no puede ser el de Machado, el de JRJ o el de los poetas del 27. Es otro tiempo y otra generación que necesita su nuevo lenguaje y sus nuevas formas...como siempre.
Para empezar, Rubén, algo que no es nuevo, pero que forma parte de la poesía de lo cotidiano, con la que se dejó atrás todo lo que hemos estudiado en clase. A ver si esto te gusta un poquito más. es de Luis Alberto de Cuenca y se titula "El desayuno":
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
Y algo de ahora, unos versos de Antonio Lucas, de su libro Los desengaños:
FUERA DE SITIO
Imagina que el tiempo sólo es lo que amas:
unas pocas palabras, unos seres exactos,
unas horas muy lisas, una playa (quizá)
donde el daño no acecha.
Imagina la vida como no lo es ahora,
no quiero decir como algo perfecto,
sino un resplandor, cierto abril de muy lejos,
un tributo al azar sin otro destino
que el confín fugitivo de un eco sin rostro.
Y después cualquier cosa.
Con qué precisión va la edad hilvanando el espino.
Y qué extraña la urgencia de ir en pie hasta la ola,
celebrar lentamente que aniquile mi huella,
mi escritura de hombre, mi certeza de surco,
ser la alta misión de lo que nunca concluye
como no cierra el mar su recado en la orilla.
Pero no es estar quieto la razón ni la meta,
sino un querer más pequeño, una conquista más clara:
ver la vida llegar de su noche a tu noche
en un cuerpo ajeno,
pronunciar su silencio,
abrazar su alambrada,
desear su vacío,
delirar sin camino, sin mapa, sin fuego,
hasta el tiempo sin tiempo
del país que no haremos.
No sé si puede gustarte alguno de estos poemas.
O si encontrarás alguno que te guste (espero que me avises).
O si algún compañero o compañera ha encontrado el suyo y puede compartirlo.
Se admiten sugerencias.
Por si acaso, una imagen: